Voy a pilates todos los lunes a las diez de la mañana con
una señora de unos cincuenta y muchos o sesenta años. La verdad es que calculo
mal las edades.
Es una señora estupenda. Abuela reciente y profesora de
francés a punto de jubilarse. Estudia italiano en los ratos libres y los martes
los dedica a su primer nietecito.
Es una mujer guapa, activa, delgada y en un buen estado de forma.
Una mujer juvenil independientemente de los años que tenga. Vamos ¡qué esta estupenda
y ya me gustaría estar como ella a su edad!
Y el otro día mientras nos poníamos las zapatillas después
de la clase comentábamos cosas banales. Hablábamos sobre las ganas de que
llegue el fin de semana o de que pasase el lunes rápido cuando ella me dijo: “Hay
que ver que manía tenemos con “empujar al tiempo”.
Me quedé pensando: “¡qué razón tiene!”
Andamos siempre pensando “cuando acueste a los niños” “que
llegue el viernes” “que cumpla un año” “que lleguen las vacaciones” “que
empiece el colegio” “A ver si crecen”. Siempre “empujando al tiempo” para que, sea lo que sea, pase rápido y luego,
echemos de menos aquellos tiempos o aquel momento.
Cuando lees o hablas con alguien que ha pasado por una
mala enfermedad, siempre coincide que comentan lo mismo: vivir el momento y no
pensar en el futuro. Y por futuro suelen incluir el día siguiente.
A mí se me hace francamente difícil poner este lema de
vida en práctica. Siempre estoy haciendo planes a futuro. Vivo el presente pero
no lo disfruto como si fuera el último día de mi vida. Empujo al tiempo
continuamente. Y seguro que luego me arrepentiré teniendo en cuenta que el tiempo vuela sin
necesidad de que le empuje.
Todavía se me hace raro decir que tengo cuarenta porque no
llego a asumir que el tiempo ha pasado tan rápido y que ya no soy aquella loca
de veinte años.
Seguiré intentando poner en práctica el
vivir el presente para disfrutar cada segundo de la vida pero, en tardes como
ésta en la que mi hijo mediano se empeña en sacarme de quicio y desobedecerme,
¡se me hace todavía más difícil!
Me temo que para conseguirlo voy a tener que apuntarme
también a clases de meditación o yoga para conseguir además la paciencia necesaria.
¡Qué todo tiene su arte!
Es curioso, ayer mismo tuve un pensamiento similar al tuyo. Al despertar y camino del cole con los niños me di cuenta de que vivo "deprisa", siempre corriendo.
ResponderEliminarHe entrado (hablo en singular, pero no creo que sea la única) en una dinámica en que no sé estar sin hacer nada. Si tengo un instante lo relleno con algún asunto pendiente. ¿Por qué no me siento simplemente a hacer nada, a mirar por una ventana, a pensar en mis cosas? ¿Por qué parece que necesito hacer algo siempre? ¿Para acostarme al final del día con la sensación de estoy cansada pero no he hecho nada (nada, con sustancia, vamos, nada que se salga de la rutina del día a día), pero que no he parado?
Existe un movimiento que empezó llamándose "slow food" comer lento para disfrutar del hecho en sí y que poco a poco se extendió a todos los aspectos de la vida.
Así que sumida yo en mis pensamientos, me di cuenta, tristemente, de que yo no podría seguir ese movimiento, por otro lado tan sano, y no porque no quisiera, ¡¡es que no sé hacer las cosas con calma!!
Lolilla, cuanta razon teneis.......... yo tambien lo pienso de un tiempo a esta parte y a veces me veo corriendo en fin de semana y sin saber por qué. Yo lo intento e intento no ponerme muchos deberes a la semana, pero cuesta mucho frenarse.
ResponderEliminar¿Recordais el link que os pase?
http://es.wikipedia.org/wiki/Movimiento_slow
Ana