Este año, se ha
implantado en el colegio de mis hijos el uniforme escolar. Y yo, al contrario
que el 90% de los padres y madres, incluyendo mi marido, estoy en desacuerdo.
Y explicaré mis
motivos.
Primeramente, he
de decir que nunca en mi vida escolar, he llevado uniforme. Por lo cual, no siento la necesidad del
mismo.
Dicho esto,
las principales razones que esgrimen los
adeptos al uniforme son las siguientes:
- Comodidad
pues no hay que decidir la ropa y por tanto, no hay que discutir con el niñ@
por la misma.
- Ahorro, ya que compras el uniforme y poca ropa más
para los fines de semana.
- Evitar
agravios comparativos, ya que algunos niños pueden ir vestidos de marca y otros
no.
Frente a estas afirmaciones yo respondo lo siguiente:
Comodidad. No tenía ningún problema en decidir la ropa de los niños
por la noche. Se tardaba lo mismo que ahora en sacarla. Tenía hecho ya una
especie de uniforme con pantalones y polos/camisas y era tan fácil como sacarlo
del cajón. Sin embargo, ahora, muchas noches me toca poner una lavadora tardía
o planchar el dichoso polo ya que sólo compré “de quita y pon”.
Antes, si una de las prendas estaba sucia, se cambiaba por otra y ya
está. Independientemente del modelo. Ahora sí o sí, tiene que ser el polo del
uniforme y si no está limpio o planchado, ¡pues me toca hacerlo a mí a las diez
de la noche! Claro que ya no lo plancho. Paso. Ahora ya sólo lo aplasto.
Ahorro. Nos hemos tenido que gastar casi 600 euros en una ropa que no
necesitaba. Y además de escasa y de tener que estar lavando y planchando-aplastando
como una loca, como ya he dicho antes, la estupenda ropa del año pasado se
quedará pequeña en el armario ya que los fines de semana no dan para tanto
modelito. O sea, que gasto en ropa que no necesito para regalar la que ya tengo
por no uso.
Evitar agravios comparativos. Esta es la que más me gusta.
Supuestamente, los niños pueden sentirse acomplejados porque unos lleven marcas
y otros no. Así van todos igualitos. Y puestos a que todos
seamos iguales y los niños no se acomplejen, yo quiero la misma casa de 200 metros
cuadrados en las mejores zonas de Madrid que tienen los compañeros de mis
hijos. Y no, los 92 metros cuadrados en los que vivo en una zona periférica.
Así, cuando los niños vuelvan de los cumples celebrados en las casas de sus
amiguitos, no me dirán eso de “mamá, que casa tiene Fulanito o Menganita. ¡Es
enorme!” ¿No? Puestos a ser todos iguales, ¿por qué no también la casa y la
cuenta bancaria?
¿Para qué educarles y formarles a nuestros hijos en que, independientemente de la ropa, la casa, la religión, el color del pelo o de los mocos, etc. todos somos lo mismo? Diferentes pero iguales. Conocer nuestras diferencias y aceptarlas.
Sí. Así estoy con esta tema. Y para colmo, debo ser la madre borde del
colegio porque llegan y me dicen “¡Qué guapos van todos con el uniforme!¡Cómo
me gustan! Estarás contenta, ¿no?” A lo que yo, con la mejor cara y la mejor educación
que puedo, respondo. “Pues no. Y todavía estoy intentando encontrarle la gracia”
Siento el rollo pero tenía que desahogarme. Y eso, ¡que no he entrado
en lo feo y rancio que es! Pero pararé. Que al final me echan del cole u os vais los 93 seguidores que he conseguido en casi tres años de blog. ¡Y eso sí que no!