Sí. Y protestón. Mi madre siempre me dice
que soy una protestona y ya se sabe que las madres siempre tienen razón así
que, he decidido después de el que viernes pasado me desahogara con mi “queja
formal” contra los uniformes escolares, y después de que dos amigas diferentes
en dos momentos diferentes, sin quererlo ninguna de las dos, me hayan tocado la
moral, que los viernes van a ser reivindicativos y protestones.
Pues sí. Dos amigas a las que quiero mucho
(y ellas me quieren a mi) sin quererlo y sin darse cuenta, me han hecho pensar
y recapacitar (a la vez que me tocaban un poco los ovarios, para que negarlo)
La primera fue durante una comida. Estábamos
allí las dos contándonos nuestras cosas. Ella, madre de tres hijos ferviente y
ambiciosa trabajadora y yo, madre de tres hijos bloguera y con la única ambición
de que este dichoso blog lo lea alguien.
En un momento dado, ella me comenta que no
lee el blog porque no es mi público objetivo. Las cosas que cuento no son de su
interés porque ella no se considera una maruja.
No me lo dijo tal cual porque es muy educada
y respetuosa pero, a fin de cuentas, era eso lo que quería decir.
Yo, en ese momento, lo único que alcancé a contestarle,
justificándome no se bien por qué, es que cuando creé la sección del Movimiento
Maruja, le di ese nombre con cierta ironía pero que, claramente, debe ser que
no había conseguido transmitirle esa sensación y que para ella, todo aquello
que suene, se parezca, hable, mencione o trate algo sobre “maruja” o “marujeo”
lo elimina de su mente como la peste.
Pues aprovecho este espacio para decirle que
no me considero ninguna “maruja” aunque no creo que exista nada negativo en
ello. Soy la misma persona con el mismo cerebro que cuando trabajábamos juntas
en uno de los tres departamentos de marketing de las tres multinacionales en
los que he trabajado durante mi carrera profesional. Que ha existido aunque cueste recordarlo.
Que nadie, ni siquiera el aspirador ni la
campana extractora de humos, ha conseguido arrancarme el cerebro de su sitio. Un
cerebro que en su día estuvo lleno y que no se ha vaciado por arte de magia ni
de la mopa.
Que ahora, por las circunstancias de la
vida, ejerzo la maternidad y que además, creo que la ejerzo muy bien. Y que,
para seguir alimentando a ese querido órgano de mi cuerpo, es por lo que
escribo este blog además de porque me hace tremendamente feliz y me satisface
mucho más que cualquiera de las acciones de marketing realizadas durante toda
una carrera de quince años, que no han sido pocas.
Sí. Es triste tener que recordárselo a las
personas e incluso, es triste tener que recordármelo a mi misma…
Y la otra amiga con su desafortunado
comentario, fue anoche mismo.
Cenando cuatro amigas, tres de ellas
incluida yo, madres de familias numerosas y las otras tres excluida yo, madres
trabajadoras.
Llegado un punto de la conversación en la
que una iba a hablar sobre su hermana ama de casa, me mira a mí y me dice “no
te ofendas” y sigue con la conversación en la que criticaba a su hermana pues
lo único que había sabido hacer en la vida era planchar.
Yo en ese momento sonreí y no dije nada pero
pensé, “ ¿y por qué me voy a ofender? ¿en qué me parezco yo a su hermana?” Únicamente
en que ahora las dos trabajamos dentro de casa pero ¿por eso soy comparable con
ella? Siguiendo el mismo criterio, ¿todas las mujeres que trabajan fuera de
casa son comparables entre sí independientemente del puesto que desempeñen o la
labor que ejerzan?
No.
No quiero seguir justificándome frente al
mundo porque ahora, y después de un ERE, yo no esté trabajando. Son
circunstancias y decisiones en la vida. Mejores o peores. Pero decisiones que
se toman y se afrontan. Y no por ello, me he vuelto tonta ni estoy todo el día
con la bata de “guatiné “ y los rulos puestos.
Este blog habla sobre una mujer que
sobrevuela los cuarenta, que es mujer lo primero y después todo lo demás
incluida trabajadora. Aunque a algun@s les cueste creerlo.