Me lo dejó una amiga. Me lo recomendó como
una lectura fácil y divertida. Y así ha sido.
Y eso que me costó alrededor de un mes
empezarlo. Pero oye, ¡que no he podido parar de leerlo hasta que no me lo he
acabado! Vamos, que ayer por la tarde, los niños me molestaron de lo lindo. He
de confesar que no les hice ni caso. Desde luego, ayer sí que no me gane el
sueldo pero es que, sólo quería leer y leer.
A mi siempre me ha encantado el tonteo. Lo
de los novios me daba más igual. Una vez conseguidos (ni que yo hubiera sido
Matahari), los pocos conseguidos, se pasaba la gracia. Siempre me ha gustado
más el proceso. Ese tonteo de miraditas, peleítas tontas, mariposillas en el
estómago, me querrá no me querrá, que si
viene que si no viene, y ¿por qué no habrá venido?, los celos injustificados,
las charlas con las amigas sobre los chicos… ¡Qué rico! ¡Qué divertido!
Y después de catorce años casada con mi rana, el tonteo
como que lo tengo bastante olvidado. Así que, leerme este libro, me ha devuelto
por dos días ese gusanillo tan agradable. Vamos, ¡que he sobrevolado de nuevo
los veinte! Y eso que no soy de las que les gustaría retroceder en el tiempo.
Lo pasado, pasado está, pero es verdad que hay sensaciones, sentimientos, que
me gusta recordar y revivir.
¿Y a vosotr@s?
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