Sí. He pasado un fin de semana de retiro
espiritual. Pero no el típico retiro espiritual. Uno mucho mejor para mi gusto.
Ese en el que, no sólo tu espíritu, sino también tu corazón y tu cabeza mejoran
su estado gracias a la buena compañía, a hacer planes chulos y a ¡darle mucho a
la lengua con una amiga muy querida!
¡Qué placer! ¡Qué gran placer!
El fin de semana del 11 al 13 de abril se
vino mi amiga del alma “la murciana” a pasar el fin de semana conmigo, a mi
casita, a Madrid.
Mi marido estaba de viaje y a mis hijos los
mandé con sus abuelos maternos justo después de visitar con ellos la exposición
de “Pixar: 25 años de animación”.
Ella, a su marido y a sus hijos se los dejó
en Murcia. Directamente.
Y pasamos un fin de semana arreglando el
mundo y sobre todo, nuestras vidas.
Os detallo (y os pongo los dientes largos,
seguro):
La recogí en Atocha el viernes a las nueve
de la noche y directamente nos fuimos a buscar a un queridísimo amigo común con
el que cenamos en un restaurante muy especial y muy recomendable. No sólo la
comida era buena. El ambiente inmejorable y el dueño, una auténtica maravilla
de persona, amigo de nuestro amigo, y con el que pasamos un buen rato charlando también. El restaurante se llama Vinoteca Moratín y de verdad que tenéis que visitarlo para
disfrutar de una noche fantástica.
Previamente nos habíamos tomado unas
cervecitas (yo, cocacolitas lights que la cerveza no me gusta) con otro gran
amigo en varios bares de la zona. Quiero decir con esto que, cuando terminamos
a eso de la una de la madrugada, llevábamos ya dándole a la lengua, sin parar,
desde las nueve y cuarto.
A la mañana siguiente, nos levantamos a la
hora que nos dio la gana que, lamentablemente no fue muy tarde, teniendo en cuenta que ya tenemos
cogida la dichosa hora de los niños. Nos montamos en el autobús y nos dedicamos
a recorrer la calle Serrano desde el Museo Lázaro Galdiano hasta la Puerta de
Alcalá, donde comimos en Harina, pasando por el nuevo Zara que está
espectacular e igualmente, sin dejar de darle a la lengua.
El Museo Lázaro Galdiano es bonito y merece
la pena visitarlo. Sin embargo, reconozco que me gustaron más el Museo del Romanticismo o el Museo Cerralbo que son, más o menos, del estilo y que fueron visitados ¡como no! por el Movimiento Maruja. Aun así, lo recorrimos
de arriba abajo y seguimos nuestro camino y nuestra charleta hacia el nuevo
Zara.
De allí salimos y seguimos nuestro camino
hasta Harina en la plaza de la Independencia donde comimos una quiche y un buen
trozo de tarta de chocolate. Todo riquísimo.
Allí habíamos quedado con otra gran amiga
que nos llevó a hacernos la manipedi (como dicen ahora las chulis pachulis) a
un sitio chino por ¡20€ las dos cosas! Probablemente para las que no sois de
Madrid el precio es normal pero para nosotras, pobres madrileñas, es un precio
estupendo.
Y ¡allí estábamos las tres sentaditas! con
las manos y los pies estiraditos y metidos en agua mientras la china de turno
nos quitaba la dureza y la cutícula pertinente (alguna incluso pensó que perdía hasta el meñique). ¡Una maravilla! a la que pienso
volver. El sitio se llama Tokyo (aunque son chinos) y tienen tres locales en
Madrid (en Ortega y Gasset, 43 hay uno).
No os creáis que terminamos allí el día, no, visitamos en Malasaña el "Ciento y Pico Market" en el que, el sobrino de otra íntima amiga, mostraba y vendía sus preciosas corbatas y pajaritas bajo la marca Gentl. Estuvimos dándole la tabarra un poquito y tras comprarle una maravillosa corbata azul para mi marido, seguimos camino hasta Mamá Framboise. Ese lugar de Madrid que me encanta y al
que vuelvo en cuanto puedo para seguir probando cada uno de sus maravillosos
pasteles y bollería.
Esta vez cayó el Carrot Cake que estaba
impresionante. No puedo decir otra cosa.
El sitio estaba a rebosar y más teniendo en
cuenta que, aunque había hecho un día precioso, a la tarde cayó una tormenta
tremenda.
¡Pero no! No estábamos dispuestas a terminar
así el día. Antes de subir a casa, nos acercamos a un bar pijo que hay cerca y
allí sentaditas en un estupendo sofá nos tomamos un excelente mojito para
terminar un día que, sin lugar a dudas, había sido maravilloso. ¡Qué mejor
broche!
Lo que hicimos el domingo, os lo dejo en
ascuas hasta el lunes que viene. Y no os lo perdáis porque, de verdad de la
buena, que merece la pena. (Y sin haberlo planeado me ha salido un pareado)
Lola que estupenda escapada!...Yo soy de las que piensa que un retiro espiritual viene siempre bien. O mejor de maravillas. Que suerte que tú y tu amiga se pudieron coordinar y disfrutar la compañía y las lindas experiencias incluyendo el mijo...en esa hasta yo me anotaban.
ResponderEliminarUn abrazo
iela
¡Lo pasamos de lo lindo! Es sano para nuestra mente alejarnos un poco de la vida cotidiana y pasar el rato en buena compañía. Por cierto, ¿qué es el mijo? ¿El Mojito? Besos.
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