Pues vamos a por la segunda parte de este estupendo viaje que os animo a todos a realizar pero en fechas más primaverales para aquellos a los que no les guste el frío. Para lo que sean amigos aférrimos de los plumas y ni la lluvia, el frío o la nieve, les desanime, Salamanca es un lugar con mucho encanto en invierno porque parte de su atractivo es, ese frío increíble.
Se pueden contemplar infinidad de objetos: abanicos,
muebles, juguetes, pintura, frascos de perfumes… Pero sin duda, lo que más
llamó nuestra atención fue una colección de muñecas antiguas. De esas que ni
por todo el oro del mundo yo tendría en mi casa porque me dan un cague que me
muero. Con sus caritas de porcelana, esos ojos asesinos y los bucles en el pelo
que me las imagino corriendo con un cuchillo en la mano detrás de mí… ¡Qué
horror!
Sin embargo y, tras superar el trance, volvimos a
desayunar en la estupenda cafetería del museo, admirando esa cristalera tan divina que
adorna el corredor antiguo. Una maravilla que, aun sin mucha hambre, merece la
pena disfrutar durante un ratito.
Seguimos los pasos del guía y volvimos a contemplar la
fachada antigua de la Catedral de Salamanca y siguiendo por una callecita a la
derecha llamada calle El Arcediano, de frente, dimos con el Huerto de Calisto y
Melibea que no es más que un pequeño jardín que “se halla en el lugar en que se cree que Fernando de Rojas
ubicó el lugar de encuentro de los protagonistas y escenario del trágico
desenlace de la novela "La Celestina".
De esta manera, ya
nos dio pie a comentar con churumbelandia el libro de "La Celestina" que no
recuerdo en qué curso lo leímos y que me imagino estará incluido en el plan de
estudios (aunque eso es mucho imaginar teniendo en cuenta la de veces que han
cambiado los diferentes gobiernos los planes de estudio) En fin, nosotros se lo contamos y le hablamos
del libro de "La Celestina" y por descontado, del "Lazarillo de Tormes" para que al
menos, les vaya sonando.
Si no recuerdo mal,
después de esta visita, decidimos parar para comer. La noche anterior habíamos
cenado en el Mesón Cervantes que es un mesón típico de Salamanca y que se
encuentra en la Plaza Mayor de la que ya de paso disfrutamos. Se come bien.
Tampoco para tirar petardos pero es parte de la visita a Salamanca y queríamos
que los niños lo probaran. Así que, para comer, nos decantamos por uno que nos
habían recomendado, también de tapas como el Museo Cervantes y que se llama,
Bambú.
De allí y con un
padre un poco renqueante por la falta de la siesta, seguimos visitando la
ciudad. La Casa de las Conchas por dentro que tiene un patio muy bonito y en
frente, la Universidad Pontificia donde subimos por la Scala Coeli a las Torres
de la Clerecía desde las que se pueden disfrutar de unas magníficas vistas de
toda la ciudad.
Volvimos a ver a la
rana y al astronauta unas trescientas veces más. Merendamos en la Plaza Mayor
un crep de Nutella, que les vuelve locos, a la intemperie. Compramos algunos
recuerdos. Y ya, cuando se iba haciendo de noche y después de habernos pateado
Salamanca por arriba, por abajo y por el centro, nos volvimos al hotel,
cansaditos.
De hecho, la cena la
hicimos allí mismo. En la misma habitación con unos bocatas espectaculares de
jamón que les compramos de vuela. ¡Qué ricos!
A la mañana
siguiente, nos volvimos para Madrid no sin antes, desabastecer de bollos, lomo
y panes al Parador como venganza por haberme sulfurado con sus “inexactas”
promociones.
Espero que hayáis
disfrutado del viaje tanto como nosotros y os espero la semana que viene con
más aventuras.
Últimamente estás empeñada en recordarme mi época de estudiante, cuando era más joven que ahora si que eso es posible jajaja ;) , un añito de universitaria novata y guardo unos grandes recuerdos, y el frio no es para tanto... será por que provengo de un lugar aún más frío...
ResponderEliminarBesos
. Raquel
Tuvo que ser la bomba estudiar allí la carrera y lo del frío lo dices porque, por aquella época eras más joven y lo aguantabas mejor. ;D. Besos grandes.
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