Sí. Oda. Sí. Desaparecida.
Un día me miré en un espejo y pensé: “¡leche! ¿Dónde está
mi cintura?” Pero como soy bastante positiva (incluso irreal) decidí no mirarme
en los espejos de lado, solo de frente, y así verme estupenda (o simplemente,
bien)
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No se de quién es esta cintura pero es tonta, ¡seguro! |
Pero, un fatídico día, mi marido me hizo una foto con la
niña al lado, así como de escorzo y, de nuevo, “¡leche! ¿Dónde está mi
cintura?” Sin embargo, esta vez no pude esconderme ni dejar de mirarme. Esta
vez, la jodía foto estaba impresa en un calendario familiar y cada vez que
miraba el dichoso calendario en el mes de marzo, me recordaba que mi cintura
había desaparecido.
¿Qué le había pasado a mi cinturita? Nunca fue de avispa
porque soy más de tipo chupa-chups pero, al menos, se intuían en mi cuerpo
pequeñas honditas laterales donde ahora no había más que chica y más chicha.
“¡Esta dichosa edad!¡Son los cuarenta!” clamaba por la
casa. Le gritaba a la foto, “¡Yo no soy esa!” Pero sí. Sí soy esa.
Soy esa Lola de más de cuarenta, madre de tres hijos que
nacieron muy, muy hermosos. Demasiado hermosos diría yo. Vamos, que si los
niños hubieran pesado medio kilo menos (e incluso un kilo menos con el último)
tampoco hubiera pasado nada. Mi cintura, de seguro, lo habría agradecido porque
ahora, seguiría existiendo. No estaría recubierta y protegida por un flotador
cansino y adherido a mi cuerpo cual novio veinteañero (que, por desgracia,
tampoco es que tuviera muchos…)
Sí, la Lola de ahora no tiene cintura pero tiene tres
hijos. Mi gran aportación a este mundo. Mi mayor logro.
Sin embargo, y dado que este año es “el año”, mi cintura
quiere renacer cual Ave Fenix. Y la voy a dejar resurgir. Sólo me queda apartar
para siempre de mi vida la Coca-Cola Light, las galletas y las palmeras de
chocolate (sólo de pensar en decirles adiós, lloro)
Ahora le digo hola al consomé y los purés de verduras.
Ahora le digo hola al hambre que me acompaña todo el día y al agua de la
piscina en la que nado cual posesa. Ahora le digo hola al kiwi mañanero y a la
asquerosa agua caliente con limón. Ahora le digo hola al pavo braseado y a los
yogures de bífidus activos.
Lo cuento aquí para mentalizarme. Os lo cuento a vosotros
porque así creo que me exigiréis cumplir con mis promesas. Pero no me pidáis
que me mire de lado en el espejo. Eso no. No pienso. Yo siempre de frente y
sonriendo. Que así me veo mejor. Y aunque engañada, soy feliz.
Por suerte, mi mente sigue siendo la de aquella loca de
veinte. Y aquella loca de veinte, era optimista y delgada por naturaleza. De
aquella loca de veinte, ahora sólo queda el optimismo y las ganas de vivir y
disfrutar. Y la delgadez volverá porque, esta loca de cuarenta, es cabezona y
plasta ¡hasta decir basta!
¡Tranquila cintura! ¡Que voy a por ti!
Pues como persigas a tu cintura, seguro que la alcanzas...
ResponderEliminarBesos
Raquel
¡Eso espero! Besos Raquel.
EliminarJAJAJAJA..Buenísimo. Leo que sigues nadando!!!, bien y si la cintura no vuelve tal cual era al menos seguro que maciza te pondrás.
ResponderEliminarAñado que he de decirte que las palmeras de chocolates no pueden ser malas para nada, lo de la cintura será por otra cosa!!! jajaja
Besos
¡Nado cual posesa! ¡Para nada! porque la lorzeta sigue igual. Ahora, estoy de acuerdo contigo sobre lo de las palmeras. De hecho, me acabo de zampar media y la otra media para mañana para desayunar. ¡Ya está bien de tanta tontería! Que siempre culpamos a quien no tiene culpa. ;D
EliminarNo dejes de comer cosas que te gusten, no te amargues con esos bífidus (sólo de pensarlo me dan repelús), disfruta de la vida, que es mejor una gordita feliz que una flaca con cintura pero que suspira por las palmeras de chocolate. Estupendo el ejercicio si te gusta, pero come de todo con moderación. Te lo digo yo que tampoco tengo aquella cinturita de mis años mozos pero que tampoco la echo tan de menos como lo hubiera hecho a un buen vaso de vino con tostadas con jamón.
ResponderEliminarTienes toda la razón. Adoro las palmeras de chocolate y me resulta muy dificil negarme a una. Asi que, he decidido que los fines de semana, me suelto un poco la melena y, aunque con moderación, me como una que si no, lo que dices, ¡menuda vida! Besos grandes.
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