Comenzó nuestro viaje movidito. ¡Menudo vuelo! ¡Menudo
pasaje! ¡Vaya fauna! ¡Y todos juntos en un mismo avión! Yo, según iba viendo a
cada uno de mis compañeros de vuelo, iba pensando, “nos vamos para abajo. De
ésta no salimos.” Y no me ataquéis por prejuzgar, aunque de eso algo hay
también pero, para muestra un botón, cuando ya estaba el avión casi con la
rueda de delante en el aire despegando, en plena carrera, va un majara de éstos
que os digo y decide levantarse para decirle algo a no se quién. ¡Con dos! La
azafata que le ve casi aborta el despegue con todas sus consecuencias para
todos. Yo flipaba y pensaba en mis pobres churumbeles. En su primer cruce de
charco…
Pero ellos, no se enteraron de nada. Estaban felices con
su pantallita de delante poniendo series, juegos varios, películas… que si
colocame la manta; que si colocame la almohada; que si me puedo quitar los
zapatos… ¡Estaban totalmente entretenidos y dispuestos a vivir las diez
próximas horas en un avión!
Yo, pasada la primera impresión, decidí tranquilizarme y
disfrutar también del vuelo. O, al menos, lo intenté.
Resulta que delante teníamos a un matrimonio de judios
ortodoxos con un bebé de unos nueve meses. Ella, según se sentó, lo primero que
hizo fue ponerse una especie de capota que según subía por la cabeza, hacía que
la peluca que llevaba puesta, fuera cayendo hacia delante. De tal manera que,
en ningún momento, ninguno de los allí presentes pudieramos ver su verdadero
pelo. Su marido cogió la peluca y la puso encima de su sombrero para que no
perdiera la forma y la guardó en el compartimento de arriba.
Una amable azafata (y muy paciente con ellos) les trajo
una cunita para el bebé que acomplaron en la pared que tenían justo delante.
Nunca había visto una de éstas y me pareció una idea buenísima. El bebé durmió
tranquilito durante ratos grandes y cuando despertaba, la madre se lo ponia al
pecho. Por supuesto, llevaba puesto una especie de delantal bastante amplio y,
colocaba a su bebé debajo para que nadie le viera el pecho. Imaginaos, no se
les puede ver el pelo como para que se les vea un pecho…
Trajeron la comida y por supuesto, la suya era comida
Kosher. Pero él debía tener algún problema (que sería tan mala como la nuestra...)
porque si no se levantó cincuenta veces, no se levantó ninguna. ¡Qué
pesado! Y cada vez que se levantaba, meneo a la silla, la manta por todos
lados… Además, no se levantaba de manera normal sino que, debía de tener cosas
por el suelo, y literalmente, saltaba. Pie para un lado, mano para el otro.
¡Qué coñazo de hombre! ¡Qué maleducado! Y qué desconsiderado con el resto ya
que, en ningún momento, dijo “disculpa” o “perdona”
Y por supuesto, llegó el momento del rezo. Esta vez le
tocó sufrirlo a mi hijo mediano porque se puso en la butaca que tenía él justo
delante. Aquel rezando para delante y para detrás no paraba de moverle la
pantalla y el pobre no podía ver bien la película o la serie o lo que fuera. Y
todos allí aguantando al perla que dio sin duda, más guerra que un bebé de
nueve meses.
Ya se que lo que voy a decir es políticamente incorrecto,
culturalmente incomparable y si lo lee cualquier persona de alguna de esas dos
religiones me va a llamar de todo menos bonita pero, aunque veo la diferencia
estética, es decir, la del aspecto, no veo la diferencia en cuanto a concepto
con la religión musulmana: en ambos casos, las mujeres no pueden mostrar el
pelo ni su cuerpo, en ambos casos no comen cerdo, en ambos casos el rezo, la
oración es muy importante y diaria… Probablemente si buscamos similitudes entre
todas las religiones, las hay y tiene todo el sentido que las haya. Lo que me
llama más la atención es la aversión que sienten los unos por los otros cuando,
al final (o al prinicipio), todo es lo mismo con diferente disfraz.
Bueno, que no quiero yo entrar en esas discusiones tan
profundas porque no es lugar y el sitio.
El caso es que, llegamos a buen puerto. Los niños
aguantaron muy bien todo el viaje. Y cuando llegamos, comenzó su aventura de la
mejor manera posible. ¡Nos esperaba una limusina blanca y hortera a más no
poder! ¡Bienvenidos al sueño americano!
Pues me ha encantado la crónica ! Por cierto que mala suerte tuvisteis con esos pasajeros, me parece muy bien que hagan lo que quieran y sean de la religión que prefieran SIEMPRE Y CUANDO NO MOLESTEN a nadie, en el caso de que causen alguna molestia, la tripulación no se lo debería permitir y encima en un vuelo de 10 horas de duración
ResponderEliminarNo, no, totalmente de acuerdo contigo. Vamos, que no es que fuera un maleducado por ser judío, es que era maleducado además de judío ortodoxo. Me fijé más en ellos la verdad porque, al igual que conocía la apariencia física de ellos (lo del rizo, el sombrero, el abrigo negro y demás) desconocía totalmente la de ellas. Y me llamó poderosamente la atención. Pero bueno, ¡hasta volando se "culturiza" uno! Besos Inma.
EliminarSi ya lo digo yo siempre que muchos adultos dan más guerra que los niños. Da igual la religión, gente coñazo la hay en todas.
ResponderEliminarLos niños suelen sorprender para bien en los viajes. Los míos son buenísimos viajando.
Un beso
Toda la razón también en ambas cosas. Dan más guerra los adultos que los niños. Y no quería dar a entender que me pareció un maleducado por ser judío, si no, además de. También es cierto que, no se por qué o mejor, porque adoro la película de Yentl, a ellos los hacía más, no sé como llamarles, cuidadosos o reflexivos... Pero en este caso, este hombre, ¡era un aunténtico coñazo! Besotes.
EliminarA ver a ver que yo me aclare ¡¡¡Os esperaba una limusima !!!! .jajaja
ResponderEliminarLa cosa empieza bien...
Besos
Sí! ;D Aunque te parezca mentira nos sale más económico y más cómodo, coger una limusina (o un coche para nosotros) que dos taxis. Aunque también es cierto que quisimos sorprender a los niños con la horterada. ¡Casi se desmayan al verla! ;D
EliminarHola. si al aterrizar teníais una limusina blanca en plan las películas que vemos... ya nada podrá alir mal y todo será glamuroso... Menuda paciencia en el avión con la peluca, el padre del bebé y la comida... menos mal que en el vuelo de ida todo se soporta mejor con la emoción de llegar... estoy deseando leer más... seguimos en contacto
ResponderEliminar¡Eso también es verdad! Si me llega a tocar el hombre este a la vuelta, ¡me lo como con patatas! Yo no tenía ni idea lo de que se rapan el pelo las judías ortodoxas para luego ponerse una peluca. ¡Qué cosas!Besos Marta.
EliminarHay...que me ha encantado el final feliz que ha tenido el arrivo a la gran manzana!
ResponderEliminarCuando toca viajar, es como is a Wonderland...nunca sabes con lo que te vaz a encontrar. Lo positivo: todos los dias se aprende algo nuevo. Que disfruten muuucho!!!!☆☆☆☆☆
¡Desde luego! Y con eso me quedo y espero que se queden mis hijos. Con todo lo nuevo que aprendes al viajar. No sólo una nueva ciudad sino también las personas que la habitan, sus costumbres, sus peculiaridades... En definitiva, viajar te abre la mente. Y eso es lo importante. Besotes.
EliminarBuenas Lola!!!! ya estoy por aquí intentando ponerme al día con la vida.
ResponderEliminarPrometen tus posts viajeros.
¡Qué envidia la limusina!!!! yo siempre he querido montar en una pero allí, eso es la más de la más de las horteradas americanas, Mola.
Mil besos
¡Encarni! ¡Ya te echaba de menos! Me alegro mucho de que vuelvas a tu vida internauta. ¿Has escrito en el blog? Ahora mismo entro y lo miro. Besotes.
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