Estaba yo aquí frente al
ordenador, culpándome de ser una pésima bloguera por no haber escrito post
desde el lunes y pensando que, os iba a contar a falta de nada mejor, que esta
mañana en la revisión anual, mi ginecóloga me ha dicho que tengo las mamas muy
jóvenes. A lo que yo he replicado, porque tenemos confianza y nos unen tres episiotomías, que será lo único que me queda joven en mi cuerpo… Cosa que
tampoco es cierta. Desde mi cerebro hasta las uñas de los pies pasando por
supuesto por las mamas, están en buen estado y jóvenes. Porque lo que tengo más
joven de todo es ¡el espíritu!
Y en éstas estaba yo cuando me
ha llamado una querida amiga, también cuarentañera ella, para contarme que está
nerviosa perdida porque mañana tiene una entrevista de trabajo.
Para un trabajo que ella sabe
hacer con la gorra. Vamos, que no tiene problema en realizar su labor
profesional con exquisita exactitud. Y lo digo con conocimiento de causa porque
he trabajado con ella.
Ella me ha llamado para que la
escuchara y la diera ánimos. Se sentía nerviosa e insegura.
Y yo, como no podía ser de otra
manera, le he echado mi charla de “el aplomo de los cuarenta”.
Somos mujeres de cuarenta años.
Mujeres que hemos trabajado desde comienzo de los veinte. Que tenemos una larga
trayectoria profesional. Que hemos sido buenas profesionales. Ahora, reconvertidas
en buenas madres. Mujeres que ya sabemos, perfectamente y sin fisuras, lo que
queremos. Mujeres que, si algún día creímos aquel cuento de “la realización
personal”, ya lo tenemos más que superado. Mujeres que para sentirnos realizadas nos sobra
con un buen masaje, una buena manicura y un mejor bolso de marca. Mujeres que
sólo buscamos, al igual que los hombres, un buen sueldo que nos permita vivir
mejor. Y ese “vivir mejor” significa un buen colegio para nuestros hijos, una
buena casa, unas buenas vacaciones en familia y por supuesto y por qué no, unos
zapatos altos de tacón que si son de marca, mejor.
Todo esto nos lleva a tener un
aplomo, una seguridad, que con veinte no teníamos. Y que hace que, si no
sabemos hacer algo, sin problemas lo decimos, nos enseñan y lo aprendemos al
minuto. Un aplomo que nos permite
realizar nuestro trabajo con confianza. Con seguridad. Sin complejos. Sin esa intranquilidad
de los veinte.
Somos mujeres de cuarenta años.
Que sabemos soportar la responsabilidad y la tensión mejor que muchas de veinte
o de treinta. Porque la gestionamos mejor. Porque estamos por encima de ella.
Porque ya llevamos mucho vivido a nuestras espaldas. Pero que seguimos
queriendo aprender cosas nuevas. Que tenemos inquietudes. Nuevas expectativas.
Porque, aunque llevamos ya un largo recorrido, todavía nos queda otro tanto por
caminar. Pero lo andamos con otro paso. Con tacones si hace falta. Pero sin
tropezar. Sin titubear. ¡Rectitas para adelante! Sin torcernos ni un paso.
Y ese aplomo, cuesta dinero.
Ese aplomo se paga. Ese aplomo tiene ya, de una vez por todas, que valorarse.
Es un plus. No resta. Todo lo contrario. Suma en todos los aspectos.
Así que, querida amiga, mañana
vas a ir a esa entrevista vestida como siempre vistes tú, divina. Porque ya tu ropa no va
a ser tu primera tarjeta de visita. Tu mejor tarjeta de visita será tu aplomo.
El aplomo de los cuarenta. Y mirarás a los ojos y cuando te pregunten la
chorrada de tus puntos débiles y tus puntos fuertes, le respondes con total
rotundidad que puntos débiles ninguno pero que fuertes, muchos, que tienes
cuarenta y tantos y que eso te proporciona una sabiduría que ya muchos jóvenes
quisieran para ellos. Y que ya no estás para preguntas tontas.
Bueno, eso no se lo digas si
quieres el puesto. Tampoco es cosa de pasarnos de chulitas.
Porque somos mujeres de
cuarenta que valemos un potosí. Por lo que somos. Por lo conseguido y porque,
además, somos humildes.
Pero ¡ay queridos! El día que
se nos pase la humildad. Ese día, ¡qué tiemble el mundo! ¡Que lo mueven los
tacones de las mujeres de cuarenta!
Plas, plas, plas, no puedo hacer otra cosa que aplaudir, porque has dado en el clavo en todos y cada uno de los argumentos, y lo sé porque yo también soy cuarentañera (41 cumplidos el miércoles pasado sin ir más lejos) y suscribo lo que tan magistralmente has descrito
ResponderEliminarBesotes!
¡Muchas gracias Inma! Tenemos que romper una lanza por nosotras mismas porque si no, nadie lo hará por nosotras. Besotes.
EliminarMuy bueno!!!, aunque yo ahora que estoy más cerca de los 50 que de los 40 y tengo un poco de miedito a los cambios de esta edad, espero que no me de como a algunas de mi compañeras por borrarme la expresión del rostros para parecer una calavera o por encerrarme en casa, por que es verdad, las mujeres de las cuarentena movemos a base de bien el mundo y yo quiero seguir en ello
ResponderEliminarMil besos
Mira que dudo que a tí te de por cualquiera de esas tonterías por mucho que cumplas cincuenta... Seguirás igual de "heavy" e igual de estupenda que siempre. Y pisarás con la misma fuerza que pisabas con cuarenta. ¡Ni lo dudes! Besotes mil.
EliminarHola. te voy a poner un monumento. No pudiste resumir mejor a las mujeres de 40. Ojalá que a tu amiga la contraten porque no tengo ninguna duda que está más que capacitada para el puesto. Lo mejor de todo es que no nos dejamos pisotear, que tenemos claro lo que queremos y que sabemos mejor que a cualquier edad anterior luchar por nuestros objetivos. Seguimos en contacto
ResponderEliminar;D ¡muchas gracias Marta! Hay todavía mucho que pelear, por desgracia. Lo bueno sería no tener que reafirmarnos tanto pero, chica, la sociedad está como está y lamentablemente tenemos que seguir pisando fuerte. Besos grandes.
EliminarTotalmente de acuerdo!! Ole! Ole!
ResponderEliminarMás claro el agua.
Espero que tu amiga haya conseguido el puesto.
Gracias por compartir tu blog
Besos
Gracias a tí por la visita y el comenterio ;D. Seguro que lo consigue. Volvió a su casa muy contenta de la entrevista asi que, aunque cruzando siempre los dedos, creo que el puesto será suyo. Besotes.
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