El otro día fuimos a ver la
película Everest que trata sobre la ascensión al Everest en 1996, evidentemente, por un
grupo de montañeros y todo lo bueno y malo que acontece durante dicha ascensión.

Es una película que tenía mucho interés por ver mi marido, montañero frustrado, al que le gusta todo aquello que le haga sentir más vivo: escalar, bucear, correr con el coche, volar una avioneta… Todo tiene que probarlo porque para él, la vida, hay que vivirla intensamente y aprovechando cada minuto. ¡Es lo malo de leerse todos los libros de autoayuda que caen en sus manos!
El caso que allá que nos fuimos
todos. La película está bien aunque, para su disgusto, trata más el tema humano
y emocional que el puro y duro escalar la montaña aunque también se aborda ese tema,
para mi gusto, lo justo y necesario e incluso algo más.
Si sois también dados a este
tipo de películas, aprovechad a verla en breve porque ya está retirada de
muchos cines, al menos, en Madrid.
Total, que mientras la veía, yo
que soy más de disfrutar relajadamente, me preguntaba si ese afán de superación
que te lleva a jugarte la vida, tiene sentido. No es pura y
dura cabezonería.
Desde mi punto de vista y bajo
la perspectiva de una persona como yo que la ambición en su personalidad ocupa
un pequeño espacio (si no, ya hace mucho que habría tirado la toalla con este
blog y habría dejado de daros la tabarra) ese afán de superación es total e
innecesariamente, desmedido.
Está bien crearse metas. Está
muy bien tener objetivos en la vida. Tener algo en la vida por lo que luchar
sean tus hijos o una casa más grande o un blog que lea mucha gente e incluso,
¡los tres a la vez! :D pero ¿dejarte la vida para conseguir uno de ellos?
A mi, viene alguien ahora mismo
y me dice, vas a tener “tu pisito en Serrano” si te vas a escalar el Everest y
coronas la cima con todos los peligros que eso conlleva y le contesto que,
lamentándolo mucho y aunque mi casita es pequeña, virgencita, virgencia, que me
quede como estoy.
No me juego lo más preciado que
tengo que es mi vida por conseguir nada. Y cuando digo nada, es nada.
Bueno, miento, por la salud de mis hijos, no sólo me la juego sino que la regalo directamente.
Ahora, me pones una meta más
razonable y me lo pienso. Que quien puede subir al Everest también puede subir
al Pico y la Pala que está más cerca y es más asequible y menos peligroso.
Es verdad, mi afán de
superación no es mi principal virtud pero siempre, con y con quién lo compares,
claro.
Comprendo (y admiro) la
sensación que debe sentir una persona cuando está escalando semejante montaña,
casi medio muerto, llevando su cuerpo al límite y toca el “piquito” más alto. Y, no sólo lo toca, sino que consigue bajar y contarlo. Debe
ser una sensación extrema. Increíble. Brutal.
Pero, vuelvo a lo mismo, corre
la maratón de Nueva York que también debe ser una experiencia inimaginable
cruzar esa meta después de unas cuatro horas corriendo (y echando el higadillo). O como mi querido amigo-hermano, el triatleta, que se pone a prueba (y al límite) cada dos por tres en los dichosos IronMan. O incluso mi marido, ¡que a los cincuenta y uno, decide que quiere bucear y ser nosequémaster!
Y como estos, seguro que se os
están ocurriendo otros chorrocientos mil ejemplos más en los que el afán de
superación puede verse totalmente cubierto sin necesidad de jugarse la vida.
En esta gente, no creo que sea
sólo su principal motivación, la superación. Creo que la cabezonería mezclada
con cierta dosis de chulería, juega un papel importante. Y esas dos cualidades,
la cabezonería y la chulería no llevan a ningún buen puerto y si no, ¡qué se lo
pregunten a Artur Mas!
Hola Lola!
ResponderEliminarPienso exactamente como tú, no entiendo un afán de superación que va en contra del instinto de auto conservación, por mucho logro que se pretenda conseguir, la vida está pro encima de todo y perderla gratuitamente por un empeño de este calibre me parece lo más incongruente que se puede hacer en esta vida.
Besos!
¡Con todo lo que se puede hacer para disfrutar de la vida sin jugártela! ¿verdad? Besos Inma.
EliminarYo siempre digo que el afán de superación es directamente proporcional a la cabezonería.
ResponderEliminarYo en realidad ni me planteo superarme en nada para ser feliz. Intento hacer todo lo que me gusta y lo que me satisface pero no para superar una prueba, sino simplemente por lo que he dicho, por que me gusta.
Paso de la competitividad y de retos inhumanos.
Besos
Pues eso mismo me pasa a mí. Que soy cero competitiva. Nunca lo he sido. Hago lo que hago porque me gusta o no me queda más narices pero no me pico con nada ni con nadie. ¡Menudo rollo! Besotes Encarni.
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