Ayer
fue un día de esos felices, agradables, divertidos… De esos días en los que te
acuestas con una sonrisa.
Ayer
disfruté del día con dos grandes amigos. Y eso que, para llegar hasta donde
habíamos quedado, me topé con una manifestación en frente de la sede del PP que
me obligó a dejar el coche aparcado por allí y llegar corriendo hasta el sitio
dónde nos habíamos citado para hacernos la “manipedi”.
Pero
una vez allí, ya me relajé, metí mis pies en el agua calentita y me dejé hacer.
Allí
estábamos los tres con los pies metidos en agua y dándole al palique como
locos. Que si de qué color te vas a pintar las uñas. Qué si yo he estado en Rumanía
y conozco Transilvania. Que si que calentita que está la parafina. Que si que
tiricia me da que me limen las uñas. Que si dónde comemos. Que si que pena de
peces esos que te comen las durezas. Que si los niños. Que si el trabajo. Que
si los amigos. Que si los padres...
Y
así todo el rato que estuvimos disfrutando de la manipedi.
Sobre todo, lo pasamos estupendamente mientras le pintaban en negro las uñas de los pies al chico de la panda. No se dejó pintar las de las manos del mismo color pero sí se atrevió con las de los pies y le quedaron chulísimas y muy atrevidas, ¿no os parece?
Ahora ya sólo le queda conseguir juntas los dedos de los pies y ya, ¡la pera! ;D
El
sitio que elegimos es un sitio muy cuqui de Madrid. Se llama Mi calle de Nueva York y
está en la calle Barquillo, 39. Las chicas que te atienden son encantadoras
aunque, también es bien cierto que no es un sitio barato y el resultado final
no fue tan bueno como el ratito que pasamos allí.
Pero,
con todo y con eso, seguimos disfrutando del día y nos fuimos a comer a Petit
Appetit que está en la calle Argensola, 24. ¡Calle que adoro! Y sus alrededores
igual. Me gusta todo lo que allí se cocina y se propone. Y vivir allí ¡tiene
que ser la leche! Pero me temo que para otra vida o para la mía cuando tenga
noventa y vaya en la vespa…
La
comida estuvo excelente. Un trato agradabilísimo y un entorno muy cuidado y
especial. Un único pero, que hoy estoy pejiguera, es que pedimos tarta de
zanahoria (como no podía ser de otra manera) y no estuvo a la altura de las
circunstancias. Sí es cierto que una es experta en la catadura de tartas de
zanahoria y he probado muchas que rellenan mi michelín, por tanto, soy más
exigente pero, con todo y con eso, estoy segura que son capaces de hacerla
mucho mejor.
Total,
que aunque luego tenía una reunión de padres de esas que ya sabéis que “adoro”,
ni siquiera eso pudo borrarme la sonrisa de la cara.
Sonrisa
que pienso mantener todo el tiempo que pueda y las circunstancias me lo
permitan. Porque ya lo dice Facebook, Instagram y todos los blogs del mundo
mundial: una sonrisa en la cara te alegra el día a ti y también a los que te
miran. ¡Y falta nos hace! ¡Qué menudo panorama que tenemos en general!
Y
por último, prometo volver antes a daros la tabarra por aquí que os tenía un
poco abandonados. ¡Muacs!